Las Azores son un grupo de nueve islas de origen volcánico situadas en medio del Oceáno Atlántico, a unos 1500 km de la costa portuguesa.
Son una región autónoma de Portugal y, por tanto, pertenecen a la Unión Europea, marcando su límite más occidental.
La isla de Flores tiene unos 17 km de largo por 14 km de ancho.
Por ser la más alejada de la costa portuguesa, fue de las últimas en ser colonizada. Junto a la cercana isla de Corvo, forma parte del “grupo occidental” de las Azores. Situada a unas 120 millas de las islas “centrales”, es una de las menos visitadas por los turistas. Para nosotros, mejor que mejor.
Llegamos a Lajes das Flores tras nuestra travesía oceánica desde Rep. Dominicana.
En Lajes hay una pequeña marina, casi sin servicios, donde no caben más de 10 ó 12 veleros. A nosotros nos brindaba la protección necesaria para dormir sin guardias, profundamente. Llegamos al atardecer y nos abarlobamos al FABIOLA, dispuestos a darnos el descanso que nos merecíamos.
Casi la totalidad de las marinas de Azores pertenecen al Gobierno Autónomo. Son baratas (aprox. 10 euros por noche) y están en buenas condiciones, con más o menos servicios según el tamaño de ellas.
Como en tantas marinas del archipiélago, aquí es tradición pintar sobre los muros el nombre de tu barco y la fecha de la visita.
Más sofisticados o más sencillos, los murales tienen su gracia.
Nuestro primer día en la isla transcurrió apacible, paseando por el pueblo de Lajes.
Pero hay ya muchas cosas que nos llaman la atención por el tremendo contraste con los países que habíamos visitado recientemente: la limpieza de las calles, la cal que cubre las construcciones de piedra, lo cuidado e impoluto que está todo. Hasta en esta remota isla hay contenedores de basura de cuatro colores!… La gente sonríe al cruzarse contigo, mientras te desea bom día o boa tarde…
Enseguida vimos que el nombre de la isla no desmerece. Hay flores por todos lados, desde los cuidados jardines de las casas, a las cunetas de las carreteras… literalmente, por todos lados!
En la isla conocimos a Antonio, un gaditano afincado en la isla, que nos llevó en su coche a comprar a un pequeño supermercado y a comer un plato de pollo asado con patatas, carnaza después bastantes dias. Gestionamos con él el alquiler de un pequeño coche para el día siguiente. A la marina había llegado el FILIA MARIS, con Peter (holandés) y Florence (francesa). Decidimos compartir el coche y pasear por toda la isla.
A poco de salir ya visitamos una de las múltiples lagunas que hay en Flores. Llenan los cráteres de los volcanes.

Desde el mirador de Caveira, en la parte Este de la isla, hay una buena vista de la costa y, al fondo, el pueblo de Santa Cruz.
Santa Cruz, rodeado de mar por un lado y verdes montañas por el otro. Con sus características iglesias, balcones de hierro forjado y fachadas cubiertas de la famosa cerámica azul portuguesa.


Cerca de la ciudad visitamos la Fábrica da Baleia do Boqueirão, una antigua estación ballenera, que incluía las instalaciones para procesar los productos de la ballena y una rampa para “subirla” desde el agua. Cuando la caza de la ballena estaba permitida y se hacía de forma tradicional, desde pequeñas embarcaciones y con arpón, los pescadores de las Azores eran famosos por su competencia y su bravura.
Todas estas instalaciones (por supuesto, ahora en desuso) forman parte de un museo, pero estaba cerrado por reformas. Sólo pudimos visitarlo por fuera. A la derecha véis una reproducción de un cachalote y a la izquierda, los enormes depósitos donde hervían la grasa de la ballena para procesarla.

Las ballenas venían arrastradas por barcos hasta esta estrecha ensenada, y se subían los botes al muelle con la ayuda de esta grúa.
Luego las subían por esta rampa hasta la fábrica.
Arriba está una de las pastecas que reenviadas desde un chigre, tiraban y subían a la ballena. Y la rampa está jalonada de estas fuertes argollas para ayudar en la operación.
Seguimos con el coche por la carretera que bordea la isla por el Este. Tras dejar Santa Cruz, visitamos uno de los sitios que más nos gustó de la isla: la isla y playa de Alagoa.
Siguiendo un camino que sólo está marcado como “Ruta del Nordeste”, llegas a este precioso lugar.
Junto a esta casita de piedra empezamos el paseo.

Bajamos caminando hacia la costa, atravesando este pequeño puente.

Por cierto, una de las flores más comunes en las Azores es la hortensia. Tanto en las casas como en los campos o las cunetas de las carreteras, su presencia es permanente. Dicen que fueron introducidas en el archipiélago por los chinos, cuando vinieron hace siglos a enseñar a los locales los trucos del cultivo y tratamiento de las plantas de té.
El paseo es precioso. Miras para arriba, y tienes esto:
Miras para abajo, y tienes esto:
A medio camino hay una agradable zona de descanso. Estábamos solos, no vimos ni a un turista en todo el día.

Por este camino se baja a la playa, jalonada por una enorme y verde pared de piedra.
El islote de Alagoa, frente a la playa.
Desde allí se divisa la isla de Corvo al fondo.
Seguimos por carretera hacia el Norte de la isla, hacia el pueblo de Ponta Delgada. Otra vez, la isla de Corvo al fondo.
Allí probamos las lapas grilhadas, plato tradicional de las islas. Tienen un tamaño doble de las lapas de nuestras aguas, y dicen que su pesca está controlada.
El faro de Ponta Delgada. Así rompía el mar bajo el faro, y eso que había calma!

Bajamos luego por carreteras secundarias hasta un grupo de lagunas situadas más o menos en el centro de la isla. La que tenéis a la izquierda se llama, claro, Laguna Seca.
Y luego nos acercamos a la zona de Alagoinha. El coche se quedó en la carretera y paseamos entre bosques de cryptomerias, árboles muy frecuentes en estas islas.

Alagoinha es probablemente el sitio más espectacular de la isla.

De aquella pared vertical de piedra, completamente tapizada de vegetación, caen innumerables cascadas. Es imposible reflejarlo en las fotos. Es tan grandioso, que no cabe en una foto!!. Cuando podamos, subiremos un video.
Bajo las cascadas hay una poza, con peces de colores. Las cascadas se reflejaban en el agua transparente.
Allí nos quedamos no sé cuánto tiempo, disfrutando de este paisaje alucinante.
La poza está rodeada de un densísima vegetación.

Estos son Peter y Florence, con los que pasamos un día estupendo. ¡Nos vemos pronto!
Pero dejamos atrás las cascadas y nos acercamos a la zona de Fajá Grande, en la parte Sureste de la isla.
Quedan en esta zona restos de erupciones, con la costa salpicada de rocas volcánicas de color oscuro.
Empezó a nublarse por la tarde, pero seguimos hasta el mismo pueblo de Fajá Grande.
Y, finalmente, fuimos a visitar las lagunas gemelas “Caldera Funda” y “caldera Rasa”. Ya llovía bien, pero al menos pudimos verlas.
Están separadas sólo por un pequeño altiplano sobre el que está la carretera.
Por supuesto, los habitantes de la isla dicen que están formadas por las lágrimas de dos amantes destinados a vivir separados. Lágrimas no sé, pero buenos goterones de lluvia sí que nos cayeron.
Solo espero que la zona del Algarve se parezca un 10% a esto.
Bueno, ¿tenéis claro ya si coincidimos? Nosotros estaremos por allí del 12 al 17.
Menudas vacaciones!