La isla de San Jorge es muy alargada (56 x 8 km) y, según las guías, su silueta recuerda al lomo de un brontosaurio, por los numerosos picos que presenta. De lo del brontosaurio, damos fe.
Os recordamos que sigue con nosotros Jorge, el hijo pequeño de Quique: el “santo” de Jorge en San Jorge…
La capital de la isla se llama Velas, y se ve así desde el mar:
Hacia allá nos dirigimos con El Duende, pues nos habían hablado muy bien de su marina.
En la foto de abajo tenéis una panorámica de Velas, con la pequeña marina a la izquierda.
La ciudad es pequeña y muy bonita.
Aunque el agua del mar estaba fría, Jorge quería darse un baño, y le pedimos que controlara un poco el casco y la hélice. Y mirad la maraña de cabos que encontró enredada en el eje y en la hélice!!!!!
El Duende, en su finger de la marina.
Hemos comentado otras veces la calidad de las marinas de Azores, pero ésta se lleva la palma.
El único “pero” es el poco espacio para maniobrar una vez dentro, pero por lo demás… ¡es estupenda! Y al precio de las marinas del archipiélago: unos 10 euros por día para un barco de nuestra eslora, incluidos agua, luz, wifi y aseos. No es que la relación calidad/precio sea excepcional. Es que la calidad es excelente y el precio, estupendo. Independientemente. Las duchas y aseos son de hotel de cuatro estrellas, limpísimos, modernos y bien pensados. No te cobran nada, por cierto, por darte una ducha caliente, como pasa en otras marinas de Azores.
Y éste es José, el “alma” de la marina. Así da gusto.
Cuando te ve llegar, corre al espigón para indicarte el sitio de amarre y luego corre al pantalán para ayudarte en la maniobra. Y todo con una sonrisa, como si le estuvieras haciendo un favor por utilizar sus servicios!
Además de amable y muy profesional, igual hace de guía turístico que te da la receta de las lapas grilhadas. ¡Un fenómeno! ¡Muchas gracias, Jose!
Vamos a echar muchas cosas de menos cuando volvamos al Mediterráneo, pero una de ellas será la limpieza y claridad del agua de las marinas.
Y bueno, aquí alquilamos también un coche por un día para dar una vuelta por la isla.
Como en Lanzarote, la tierra volcánica es óptima para el cultivo de la vid. Y aquí también se cultivan las vides protegiéndolas entre muros de roca. Se llaman “biscoitos”.
Tampoco se encuentra uno con esta señal de tráfico todos los días, pero los locales no parecen hacerle mucho caso…
Esto es cerca de Calheta.
Un rincón muy agradable, con su pequeña ensenada de aguas claras y la familiar grúa para subir los botes.
Nos acercamos luego a Topo, en el extremo más oriental de la isla. En la foto, el islote y el faro del mismo nombre.
Bajamos al faro. Será un poco de deformación, y por habernos criado junto a un señor faro, pero no nos gusta perdernos ni uno!
Si hay algo por lo que es famosa la isla de San Jorge, es por la calidad de sus quesos. Son especialmente apreciados los de Topo, y todo el mundo nos recomendó que vistáramos una de sus fábricas.
¡Así nos tuvimos que “disfrazar” para la visita!
Las grandes cubas donde se separa el cuajo del suero. A diferencia del resto de quesos elaborados en la isla, aquí tienen la particularidad de que sólo usan leche de sus vacas locales, sin ser mezclada con las de otras zonas de la isla.
La zona de prensado.
Y una de las salas de curado. Hay varias estancias como ésta, según el grado de curación. En esas estanterías de madera se almacenan miles de quesos y hay siempre varios operarios dándole la vuelta a los quesos y limpiando los estantes.
Nos ofrecieron luego una degustación. Nos pusimos morados y compramos varias piezas para regalar.
Desde esta verde isla se divisa la de Pico.
Y hay vacas por todos lados…
Seguimos luego recorriendo la isla hacia el Oeste.
Cerca del pueblo de Norte Pequeño se encuentra el mirador de Fajá das Pontas, desde el que hay una preciosa vista hacia Levante, hacia Fajá dos Cubres (en primer plano) y Fajá da Caldeira do Santo Cristo (más allá).
Tomamos una pequeña carretera hacia Fajá dos Cubres
Allá dejamos el coche y dimos un paseo hacia dos pequeñas lagunas.
El paisaje es espectacular, con una tremenda pared que baja hasta el mar.
Y hortensias, hortensias, hortensias en flor por todos lados.
Desde este pequeño refugio de piedra se ven las dos lagunas.
Es un paisaje marismeño lleno de pájaros y vida animal.
Helechos por todos lados, todo verde, muy verde.
Por falta de tiempo, no seguimos el sendero por el acantilado hasta Caldeira do Santo Cristo, adonde sólo se puede acceder a pie o en burro. Pero la gente que lo ha hecho dice que es una preciosidad, no sólo el poblado, sino el propio trayecto.
¿Os hemos dicho ya que hay muchas hortensias?
Pero es que no deja de sorprendernos cómo crecen silvestres en los márgenes de la carretera…
Seguimos después hacia Fajá do Ouvidor, en la Ponta do Norte Grande.
Hay allí unas curiosas formaciones rocosas.
Quique y Jorge se relajan disfrutando del paisaje.
¿Y esta cabra? ¿No tiene una mirada tierna? Así miraba a Jorge, mientras éste le hacía la foto!!!
Bueno, se puede volver a Cabo Palos contento de haber conquistado al menos a una “dama”.. jajaja!!
Y para compensar tanta ternura, ¡¡toma foto de cardo!!
Seguimos luego hacia el Farol dos Rosais. Abandonado.
Y vaya faro “mariquita”: tanta estructura para esa mierda de luz!
Volviendo a Velas desde el Oeste, pasamos por la Bahía de Entre-Morros, que en realidad parece un cráter cuya parte central ha colapsado y ha sido conquistada por el mar. De nuevo, la isla de Pico al fondo.
El último día lo pasamos tranquilos en Velas, y aprovechamos para cocinar dos buenos “bocanegras” al horno.